La música en nuestro idioma ha sufrido un duro golpe esta mañana. Facundo Cabral ha sido cobardemente asesinado por unos miserables sin nombre, en Guatemala. Tenía 74 años y su poderosa voz seguía dándole vueltas al mundo, esparciendo ese mensaje de paz, cultura y humanidad que caracterizaron su carrera, iniciada allá por los convulsionados años 60s.
El más culto de los cantantes populares y el más popular de los cantantes cultos, Cabral era argentino de nacimiento pero ciudadano del mundo, un artista sin fronteras a quien jamás le tembló la voz para decir y cantar lo que pensaba, aunque eso no fuera del agrado de todos. Esa valentía es la que lo llevó a la biblioteca de Jorge Luis Borges, a la iglesa de la Madre Teresa de Calcúta y a pasar, como él contaba, una Navidad en Belén, rodeado de tiendas de campaña, luz de velas y cánticos en hebreo. Era un personaje entrañable, capaz de hablar acerca de todo con la profundidad y la sapiencia del ser humano elevado, cultivado y consciente de sus propósitos sobre este mundo.
Musicalmente, Facundo Cabral era cultor del folklore argentino. Sus poemas estaban musicalizados sutilmente, unas suaves guitarras o un piano de fondo, en ritmos como la milonga, la zamba o la canción. Su voz de barítono le daba aun mayor peso a los versos siempre inspirados y vivenciales de sus canciones, que se encuentran entre las más admiradas del repertorio trovadoresco. Para la inmortalidad quedarán sus poéticos espectáculos junto a Alberto Cortéz en los que derrochaba romanticismo, talnto y un agudo sentido del humor.
Hasta siempre maestro Facundo Cabral
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