sábado, 29 de octubre de 2011

EL SONIDO DE LA ETERNA JUVENTUD


Hablar de Sonic Youth en este país es hablar de lo desconocido, de lo más freak que uno se pueda imaginar en esta época de megaéxito material, estrellas pop luminosas y pre-púberes, combos "tablet-camioneta-fiesta pirata de Halloween en Real Felipe" combinado con "Magaly-Gran Show-Al fondo hay sitio".

Por otro lado, hablar de Sonic Youth es referirse a las arenas más movedizas y desconocidas del rock moderno, casi desaparecido de las radios y de los rankings. A pesar de que existen hace treinta años, recién les reconocí valía hace cinco o quizás menos. El rótulo "indie" me genera rechazo por las implicancias que supuestamente tiene: grupos desprolijos musicalmente, bizarros en extremo, eternos rebeldes que hacen poesía urbana de la desolación y los lugares (no) comunes más lúgubres y sórdidos de la experiencia humana.

Me costó trabajo entender que no todo lo "indie" es desechable y que esa propuesta tiene excelentes representantes que llevan ya varios años en la brega, al margen de los gigantescos sellos fabricantes de bodrios anti-música y de las modas digitadas desde el Canal Disney.

Un escalón por debajo del rock alternativo, a mediados de los 80s se inició en los EE.UU. una interesante, intensa y muy ecléctica movida dispuesta a decirle al mundo que no todo era Madonna, New Kids on the Block o Bon Jovi. De allí surgieron bandas como Pixies, Teenage Fanclub, R.E.M., entre otras.

Y por supuesto, de allí surgió Sonic Youth, grupo neoyorquino que pronto se estableció como la punta de lanza de esta vanguardia sonora que no hace esfuerzos por caerles bien a nadie. Su música, heredera directa de íconos del rock norteamericano como The Velvet Underground, Iggy Pop, Ramones, Patti Smith, Neil Young, entre otros, es simple y a la vez desafiante. Sin llegar a ser angustiante como el primer grunge (Pearl Jam, Nirvana, Alice in Chains, Soundgarden) ni volátil u homogénea como el alt-folk o el shoegazing (Mojave 3, Silver Jews, Slowdive, My Bloody Valentine), el rock sumamente distorsionado y eléctrico de Sonic Youth es escapismo puro, un homenaje al ruido y a los clásicos cultores de la música experimental. Y cuando quieren pueden ponerse contemplativos y etéreos, gracias al buen manejo de los efectos guitarreros que tanto prestigio le han dado en su larga trayectoria.

Thurston Moore (voz, guitarra), Kim Gordon (voz, bajo, guitarra), Lee Ranaldo (voz, guitarra), Mark Ibold (guitarra, bajo) y Steve Shelley (batería) llegan a Lima convertidos en leyendas del rock independiente. Con 16 álbumes oficiales, 9 discos instrumentales editados por ellos mismos bajo el rótulo genérico SYR (Sonic Youth Recordings) e incontables lanzamientos recopilatorios, remixes, bootlegs, etc., esta banda es una de las pocas que puede vanagloriarse de mantener su personalidad y sonido a lo largo de los años, sin que conceptos como la moda o la fama alteren sus decisiones artísticas. La verdadera adolescencia, rebelde y contracultural, tiene en el sonido (hoy) maduro de Sonic Youth una de sus expresiones más genuinas. Y tocarán en Lima el 10 de noviembre.



Teenage riot, tema de su quinto álbum Daydream nation de 1988


Cantada por Kim Gordon, Bull in the heather recuerda a Hole por momentos... del disco Experimental jet set, trash and no star (1994), uno de los más recordados...


The empty page pertenece a su álbum Murray street (2002), con un sonido más etéreo pero siempre desde la óptica del grupo no convencional que es Sonic Youth


Antenna - aquí en el programa de Jools Holland - pertenece a su última producción discográfica hasta hoy, The eternal (2009)


El tema Anagrama abre el SYR1 de 1997. Esta serie de discos instrumentales y experimentales se extiende hasta el volúmen SYR9 (lanzado este año) con música compuesta para la banda sonora de la película francesa Simon Werner a disparu del director Fabrice Gobert. En el SYR4 de 1999, Sonic Youth interpreta a compositores de la llamada música vanguardista del siglo 20 como John Cage, Steve Reich, Nicolas Slonimsky, entre otros...

miércoles, 26 de octubre de 2011

IN BETWEEN DAYS


Las empresas de publicidad actualmente hacen uso indiscriminado de melodías ya existentes para musicalizar las campañas de sus enormes clientes. Esa historia que cuentan en Two and a half men, según la cual un compositor de jingles se hace millonario por su capacidad para satisfacer las necesidades publicitarias con canciones originales no existe más. Lo hicieron con Mr. Blue Sky de Electric Light Orchestra hace meses - modificándola ligeramente y fingiendo que cantaban en inglés - y ahora lo hacen para la campaña de relanzamiento de Nextel con el uso probablemente no autorizado de casi toda la introducción de In between days, tema clásico de la banda británica The Cure.

Este tema fue uno de mis favoritos en los años en que veía Disco Club y exploraba las oscuras mareas del hard rock. Una parte de mí ya me decía que la música no debía aceptar sectarismos y que si una melodía me atrapaba, era porque estaba lo suficientemente bien compuesta como para sorprender mi sensibilidad musical, y en ese sentido no importaba que los cantantes fueran andróginos, carecieran de la agresividad que me llamaba la atención en otros grupos y se delinearan los ojos. A cualquier colegial comprometido con el heavy metal escuchar a The Cure le hubiera parecido algo cercano a la blasfemia. Para mí era un placer.

La discografía de la banda liderada por Robert Smith es amplia y muy difícil de resumir pero el álbum The head on the door de 1985 es probablemente uno de sus picos creativos. Aunque hay quienes prefieren sus aspectos más oscuros, el prístino sonido de las guitarras acústicas de Porl Thompson y el mismo Smith generan una sensación de optimismo poco asociada a estos íconos de la escena dark británica. Completan la formación el bajista Simon Gallup, el tecladista Lawrence Tolhurst (lugarteniente de Robert en aquella era de clásicos) y el baterista Boris Williams. Aunque la letra es bastante melancólica, la canción me retrotrae a épocas de pocos problemas, en la que escuchar música era la principal ocupación de cada día.

Por eso siento que Nextel y su agencia de publicidad deberían pagar, si no lo han hecho (y estoy casi seguro de que no lo han hecho) a una banda que definitivamente no pensaba en redes de telefonía comercial como las principales protagonistas de uno de sus momentos artísticos más memorables. Escuchémosla completa:


martes, 4 de octubre de 2011

EL CORAZÓN DEL AMANECER


Vaya nombrecito para una canción ¿no? Por alguna razón que aun no logro comprender del todo bien, varias veces al día me encuentro a mí mismo tarareando, silbando (tratando de...) o escuchando en mi mente el poderoso riff inicial de bajo de esta pieza de casi doce minutos de duración que cierra el cuarto álbum de Yes, titulado Fragile, de 1972. Es una situación extraña porque a pesar del vértigo que Chris Squire le imprime a esa línea sincopada y veloz, la uso mentalmente para tranquilizarme cuando estoy ansioso, para distraerme cuando estoy esperando a alguien y así.

Heart of the sunrise es uno de los temas inevitables del período clásico del quinteto inglés. El rock progresivo tiene una gran cantidad de momentos de lujo pero esta canción tiene algo especial. Al vértigo de esa sección inicial (que es tocada al unísono por la guitarra, los teclados y la batería, es decir por la banda en pleno) le sigue un remanso que es tan inesperado como complementario. Porque el sol naciente debe ser así, pienso. Vertiginoso y a un tiempo, tranquilizante.

Escuchemos Heart of the sunrise una vez más. A pesar de ser una canción difícil para el oído poco entrenado, creo que vale la pena darle una oportunidad. Esta es la versión que Yes tocó durante su gira Union de 1991, en la que confluyeron ocho de sus músicos: Jon Anderson (voz), Steve Howe, Trevor Rabin (guitarras), Rick Wakeman, Tony Kaye (teclados) y al centro, como columna vertebral, el bajista Chris Squire.