A finales de los años 60s, la creatividad de los músicos de rock tuvo un florecimiento de dimensiones enormes que generó la aparición de diversas ramas en lo que hasta ese momento solo era un derivado del blues y el country. La psicodelia, el hard rock, el blues rock y el art rock (entre otros sub-géneros) se despuntaron, cada uno por su lado, hacia direcciones tan interesantes como distintas. Al "art rock" también se le conoció como rock progresivo, rótulo que remitía a una suerte de avanzada, de vanguardia dentro de los cánones comunes y corrientes de la música popular. Se trataba de una actitud no solo diferente sino opuesta a la del rock-and-rollero original.
Dentro del rock progresivo también hubo vertientes, una de las más notables fue la llamada Escena de Canterbury que se desarrolló, como su nombre indica, en la ciudad de Canterbury, ubicada en la parte suroeste de Inglaterra, en el centro de Kent. La particularidad del rock progresivo fue, desde sus inicios, el alto nivel de destreza instrumental de sus intérpretes, que añadieron elementos de música clásica y de jazz a sus composiciones inscritas en el genérico rock. Las estructuras complejas, a manera de suites, y los temas de sus letras también se distanciaban de la inmediatez planteada por el rock en sus inicios. Lo que pasó en Canterbury fue de vital importancia para el prestigio que posteriormente ganó este género musical y aunque las bandas que surgieron de esta ciudad (o que se relacionaron al movimiento de manera indirecta) no consiguieron la fama mediática de otros actos británicos como Pink Floyd, Yes, Genesis, King Crimson, entre otros, sus nombres son hoy considerados como clásicos exponentes de uno de los espectros más exigentes y hasta cierto punto elitistas, del rock.
Aunque muchos de los grupos de la escena de Canterbury tuvieron largas carreras y profusas discografías (algunos producen hasta la actualidad con excelentes resultados por cierto), su apogeo puede trazarse básicamente entre 1968 y 1978, años en los que brillaron en el ambiente musical por sus elaboradas armonías, inesperados cambios de ritmo e instrumentaciones que iban más allá del formato guitarra-bajo-batería para incluir violines, flautas, mellotrones, entre otras novedades para aquel entonces.
Como pasa en la actualidad con la compulsividad de la prensa en crear nombres para identificar ciertas tendencias musicales (neo-rock, merengue hip-hop, etc.) en su momento muchos músicos como los bajistas Richard Sinclair o Hugh Hopper rechazaron la denominación Canterbury Scene pues la consideraban una creación de la prensa musical que buscaba apartarlos, sin motivos para ello, de las demás bandas progresivas de la época. Sin embargo, hoy hablar de la escena de Canterbury es hablar de un tipo determinado de sonido, sin duda emparentado con el rock progresivo en general pero que a la vez muestra una personalidad propia. Esto se debió, entre otras cosas, a una de las principales características de este movimiento: los músicos pasaban de un grupo a otro con regularidad. Casi sin proponérselo, bandas como The Wilde Flowers, The Soft Machine, Hatfield and The North, Gong, Caravan, Camel conformaron una comunidad cerrada de músicos, por lo cual creció la percepción de esta escena como un producto local de esta ciudad británica, famosa por sus catedrales.
Vamos a escuchar a tres de las bandas más importantes de esta interesante propuesta musical que, 40 años después de su aparición, suena más fresca e interesante que muchas bandas modernas, caracterizadas por su homogeneidad y su poca sorpresa.
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