Hablar de Sonic Youth en este país es hablar de lo desconocido, de lo más freak que uno se pueda imaginar en esta época de megaéxito material, estrellas pop luminosas y pre-púberes, combos "tablet-camioneta-fiesta pirata de Halloween en Real Felipe" combinado con "Magaly-Gran Show-Al fondo hay sitio".
Por otro lado, hablar de Sonic Youth es referirse a las arenas más movedizas y desconocidas del rock moderno, casi desaparecido de las radios y de los rankings. A pesar de que existen hace treinta años, recién les reconocí valía hace cinco o quizás menos. El rótulo "indie" me genera rechazo por las implicancias que supuestamente tiene: grupos desprolijos musicalmente, bizarros en extremo, eternos rebeldes que hacen poesía urbana de la desolación y los lugares (no) comunes más lúgubres y sórdidos de la experiencia humana.
Me costó trabajo entender que no todo lo "indie" es desechable y que esa propuesta tiene excelentes representantes que llevan ya varios años en la brega, al margen de los gigantescos sellos fabricantes de bodrios anti-música y de las modas digitadas desde el Canal Disney.
Un escalón por debajo del rock alternativo, a mediados de los 80s se inició en los EE.UU. una interesante, intensa y muy ecléctica movida dispuesta a decirle al mundo que no todo era Madonna, New Kids on the Block o Bon Jovi. De allí surgieron bandas como Pixies, Teenage Fanclub, R.E.M., entre otras.
Y por supuesto, de allí surgió Sonic Youth, grupo neoyorquino que pronto se estableció como la punta de lanza de esta vanguardia sonora que no hace esfuerzos por caerles bien a nadie. Su música, heredera directa de íconos del rock norteamericano como The Velvet Underground, Iggy Pop, Ramones, Patti Smith, Neil Young, entre otros, es simple y a la vez desafiante. Sin llegar a ser angustiante como el primer grunge (Pearl Jam, Nirvana, Alice in Chains, Soundgarden) ni volátil u homogénea como el alt-folk o el shoegazing (Mojave 3, Silver Jews, Slowdive, My Bloody Valentine), el rock sumamente distorsionado y eléctrico de Sonic Youth es escapismo puro, un homenaje al ruido y a los clásicos cultores de la música experimental. Y cuando quieren pueden ponerse contemplativos y etéreos, gracias al buen manejo de los efectos guitarreros que tanto prestigio le han dado en su larga trayectoria.
Thurston Moore (voz, guitarra), Kim Gordon (voz, bajo, guitarra), Lee Ranaldo (voz, guitarra), Mark Ibold (guitarra, bajo) y Steve Shelley (batería) llegan a Lima convertidos en leyendas del rock independiente. Con 16 álbumes oficiales, 9 discos instrumentales editados por ellos mismos bajo el rótulo genérico SYR (Sonic Youth Recordings) e incontables lanzamientos recopilatorios, remixes, bootlegs, etc., esta banda es una de las pocas que puede vanagloriarse de mantener su personalidad y sonido a lo largo de los años, sin que conceptos como la moda o la fama alteren sus decisiones artísticas. La verdadera adolescencia, rebelde y contracultural, tiene en el sonido (hoy) maduro de Sonic Youth una de sus expresiones más genuinas. Y tocarán en Lima el 10 de noviembre.
Teenage riot, tema de su quinto álbum Daydream nation de 1988
Cantada por Kim Gordon, Bull in the heather recuerda a Hole por momentos... del disco Experimental jet set, trash and no star (1994), uno de los más recordados...
The empty page pertenece a su álbum Murray street (2002), con un sonido más etéreo pero siempre desde la óptica del grupo no convencional que es Sonic Youth
Antenna - aquí en el programa de Jools Holland - pertenece a su última producción discográfica hasta hoy, The eternal (2009)
El tema Anagrama abre el SYR1 de 1997. Esta serie de discos instrumentales y experimentales se extiende hasta el volúmen SYR9 (lanzado este año) con música compuesta para la banda sonora de la película francesa Simon Werner a disparu del director Fabrice Gobert. En el SYR4 de 1999, Sonic Youth interpreta a compositores de la llamada música vanguardista del siglo 20 como John Cage, Steve Reich, Nicolas Slonimsky, entre otros...