miércoles, 16 de noviembre de 2011

EL TOQUE CRIOLLO


Nuestra música criolla encanta al mundo entero desde hace años. Es más, durante las últimas décadas ha sido más apreciada fuera que dentro del país, salvo por sus fieles cultores, músicos entrenados en los fragores de la bohemia popular, quienes han mantenido una tradición a toda costa, al margen de modas, fusiones hechas a la ligera e incluso poniéndose por encima de las tendencias actuales que sugieren un supuesto interés de la juventud por la música criolla. Este interés, sin embargo, se limita a una versión aguada - algunos publicistas y productores la consideran "sofisticada" - que intenta aplicar el reduccionismo característico de la música que suele escucharse en restaurantes u hoteles de lujo, centros comerciales, ascensores, desfiles de moda y discotecas (el famoso lounge-chill-out).

No soy de los que rechazan a rajatabla las expresiones folklóricas que integran elementos de otras procedencias - o incluso de la tecnología - pero definitivamente es necesario puntualizar que todo aquello que hoy está sucediendo en la música criolla de nuestro país requiere pasar por ciertos tamices antes de ser aceptado como la nueva sonoridad de valses, festejos o polkas. Escuchar que ahora todos los valses se toquen y se canten de manera semejante a las baladas - cuando originalmente no fueron compuestos ni grabados así - resulta demasiado efectista para mi gusto. No todo debe sonar a fusión con el jazz o el bossa nova, sobre todo porque en la mayoría de casos tampoco consiguen un buen resultado aunque gocen de la preferencia de las mayorías.

El toque criollo - ese trinar de guitarras tan característico que se escucha en las grabaciones de conjuntos como Fiesta Criolla, Los Embajadores Criollos, Los Troveros Criollos - ha sido enriquecido por guitarristas de extremada calidad armónica como Álvaro Lagos, Willy Terry, José Purizaca, Félix Casaverde y más recientemente Yuri Juárez, quienes combinan a la perfección escalas del jazz, la música brasileña e incluso progresiones clásicas pero sin dejar de lado y más aun, poniendo siempre por delante ese sabor, esa calle que hace a los músicos tradicionales.

Esa calle que no se encuentra por ejemplo, en conjuntos como Los Ardiles o cantantes como Pamela Rodríguez, inflados por la publicidad a distintos niveles (mientras los primeros son considerados los "peñeros modernos", la segunda es elevada como la voz definitiva de la fusión). Pueden conocer el repertorio, pueden codearse con criollos legítimos y músicos de calidad, pero no transmiten nada a quienes realmente saben algo de este asunto, aquello que los mencionados guitarristas - así como tantos otros que permanecen en un injusto anonimato como por ejemplo el guitarrista que acompaña a Bartola en su programa Una y mil voces o el guitarrista de Son y Sabor conjunto estable de la "peña" (¿peña o discoteca?) De Rompe y Raja. El Perú es tierra de excelentes guitarristas, solo menciono dos ejemplos de ese toque criollo, ese toque de jarana que gracias a su trabajo, no se perderá jamás, aunque nadie los conozca masivamente.



Willy Terry: sus bordones, sus repiques y sus trinos resumen toda la historia de la música criolla. Aquí junto a Lucy Avilés (la hija de don Oscar) y Eduardo Abán "Papeíto")

jueves, 10 de noviembre de 2011

SUITE THE PLANETS: MÚSICA DE CIENCIA FICCIÓN


Entre 1914 y 1918, la Tierra vio desgarrados sus cimientos por la desolación y el terror. La Primera Guerra Mundial asoló prácticamente todo el continente europeo y países de ultramar como Japón y los EE.UU. tomaron participación del primer conflicto de enormes dimensiones del siglo 20. En esos años, un compositor inglés - quizás el único reconocible dentro del vasto universo de la música clásica dominado por alemanes, italianos, rusos, franceses y países de Europa Oriental - se abstrajo de todo y se fue al espacio exterior, materializando en épicas orquestales una realidad totalmente ajena a lo que ocurría en su planeta, casi como un intento de escapar de las agresividad humana que destruía y asesinaba en nombre de los siempre mezquinos intereses político-económicos.






Gustav Theodore von Holst (posteriormente se haría llamar simplemente Gustav Holst, 1874-1934), un compositor y profesor de música que tuvo que abandonar el piano y cambiarlo por el trombón debido a una condición médica que afectaba la movilidad de su mano derecha, escribió entre 1914 y 1916 la Suite The Planets Op. 32, a los cuarenta años de edad, animado por el interés que había desarrollado en la astrología de la mano de uno de sus mejores amigos, el escritor y dramaturgo Clifford Bax. Inicialmente pensada como un dueto para piano, pasó poco tiempo antes que el ambicioso proyecto se convirtiera en sinfónico y actualmente es una de las suites orquestales más famosas e interpretadas de la música contemporánea, aunque alguna vez su autor manifestó que la popularidad que alcanzó opacaba otros de sus trabajos, que él consideraba de mayor calidad musical.






The Planets tiene siete movimientos, cada uno de ellos nombrado a partir de los planetas del sistema solar. Como el concepto de esta obra es astrológico y no astronómico la Tierra no estuvo incluida, pues la intención de Holst era dar vida musical a las relaciones e influencias de cada planeta sobre la psiquis del ser humano (aunque por este tema el Sol y la Luna podrían también haber formado parte de la suite, eso entraría en conflicto con el título de la misma). En el caso de Plutón, su ausencia se debe a que fue descubierto en 1930, doce años después de su estreno y posteriormente a eso Holst no manifestó interés alguno en componer un movimiento más sobre el planeta nuevo. Como todos sabemos, en el año 2006 la Asociación Internacional de Astronomía "degradó" a Plutón que dejó de ser el noveno planeta para convertirse en un planeta enano, lo cual deja intacta la naturaleza de la suite de Holst como obra íntegra relacionada a los planetas del sistema solar.






Cada uno de los planetas de Holst tiene un subtítulo, que caracteriza a cada movimiento con su significado astrológico y sus relaciones con las ciencias que estudian los horóscopos. Así el orden de los movimientos es como sigue:

1.- Mars: The bringer of war (Marte: El portador de la guerra)
2.- Venus: The bringer of peace (Venus: el portador de la paz)
3.- Mercury: The winged messenger (Mercurio: El mensajero alado)
4.- Jupiter: The bringer of jollity (Júpiter: El portador de la alegría)
5.- Saturn: The bringer of old age (Saturno: El portador de la vejez)
6.- Uranus: The magician (Urano: El mago)
7.- Neptune: The mystic (Neptuno: El místico)

La instrumentación de la suite está fuertemente dominada por los metales, los vientos y las percusiones, además de las volátiles atmósferas creadas por los ensambles de cuerdas de una sinfónica elemental. Las melodías reflejan de manera muy clara la naturaleza de cada cuerpo celeste, en lo que podríamos llamar una cartografía astrológica en partituras. Mientras Marte, Júpiter y Saturno son impresionantes, enérgicas y fuertes; Mercurio, Urano y Neptuno son enigmáticas, misteriosas y oscuras. La más apacible, Venus, reposa sobre los clarinetes y violines en envolventes formas.




Holst, amante de la poesía norteamericana y de las óperas de Wagner, fue el primer compositor sinfónico en dirigir el escapismo musical hacia el especio exterior, décadas antes de que aparecieran las películas que recreaban galaxias lejanas, contactos extraterrestres y naves espaciales, en una inteligente y sobrecogedora combinación de astrología y mitología. Entre Arnold Schoenberg y John Williams, la suite The Planets de Gustav Holst es la primera composición musical de ciencia ficción, subgénero que actualmente no puede ser desligado de la cinematografía fantástica. A más de 90 años de su estreno, posee una vigencia y fortaleza sobrecogedoras.

jueves, 3 de noviembre de 2011

SUPERSTAR


En el universo de la música pop hay canciones que marcan el camino hacia los futuros gustos de los melómanos empedernidos. En los 80s, en medio de la música criolla casera, los boleros y rancheras de la televisión, el rock clásico, el progresivo, el metal y el punk de la rebeldía adolescente y las baladas en español de la radio, un día llegó a mis manos un cassette de carátula marrón que en el medio decía "Carpenters", escrito con una grafía elegante y sutil.

Después me enteraría de la importancia del dúo de hermanos Richard y Karen Carpenter, de la genialidad del pianista, arreglista y compositor y del drama marcado por desordenes alimenticios de la baterista y exquisita vocalista. Pero en esa época solo logré obsesionarme con una canción, el tema 4 del lado A de ese artefacto hoy extinto: Superstar. Casi cuatro minutos de triste melancolía en una melodía dominada por finos arreglos para vientos y una letra cargada de romanticismo cinematográfico. Las imágenes de la señorita anhelando el regreso de la superestrella que le había prometido amor eterno quedó imborrable de mi memoria.

Superstar me hizo integrar a mi ya ecléctica manera de escuchar música las suaves melodías de los Carpenters y permaneció durante años como una de mis canciones favoritas. Hasta ahora, cada vez que escucho su cautivante inicio me acuerdo de esas tardes en que combinar canciones de géneros diferentes y hasta opuestos era la actividad más placentera del mundo.

Superstar fue compuesta por dos grandes del pop-rock norteamericano: Leon Russell y Bonnie Bramlett para el colectivo Delaney & BOnnie (en el cual alguna vez alternaron Eric Clapton, Isaac Hayes, George Harrison, entre muchísimos otros. La versión original apareció como lado B de un single llamado Coming home en 1969 y es la mismísima Bonnie quien interpreta esta hermosa balada pop. Su título original era The groupie song, haciendo alusión, desde luego, a las "groupies", ese batallón de seguidoras que abandonaban todo por sus artistas favoritos y que eran capaces de convertirse en sus novias de carretera con tal de seguirlos a todas partes.

Sin embargo esta versión no tuvo tanta resonancia y fueron los Carpenters quienes la transformaron en clásico. A pesar de que ya había sido grabada por Rita Coolidge y Bette Midler,los arreglos de Richard definieron Superstar como canción inolvidable, hasta el punto que todas las versiones previas desaparecieron del ideario popular, que la considera un tema original de los hermanos más famosos del pop en las décadas prodigiosas.

En los años siguientes, una variopinta lista de artistas disímiles, desde Luther Vandross hasta Sonic Youth, han grabado este tema y aunque cada quien le imprime su marca registrada, siempre será mi favorita la versión cantada por Karen Carpenter. Aquí va, del tercer álbum del dúo californiano titulado simplemente Carpenters (lanzado en 1971), Superstar.





La versión original cantada por Bonnie Bramlett.


La versión en vivo de la banda de Mad Dogs and Englishmen de Joe Cocker, cantada por Rita Coolidge.


La marciana versión de Sonic Youth, grabada para el álbum tributo If I were a Carpenter y posteriormente incluida en la banda sonora de Juno.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

PEARL JAM: DO THE EVOLUTION


Pearl Jam es ya considerado un peso pesado en la historia del rock. Trascendió las limitaciones del membrete "grunge" - un movimiento del que fueron parte fundacional - y actualmente, con un recorrido extenso de álbumes, giras y controversias, estos muchachones de Seattle, Washington (todos ya frisan los 50 años) pueden ufanarse de ser los únicos sobrevivientes de la ola noventera de bandas angustiadas, de sonidos estridentes y camisas a cuadros.

Mientras que los otros actos que se repartían la escena grunge desaparecieron y/o mutaron: Nirvana se desintegró tras el suicidio de Kurt Cobain y Dave Grohl se reinventó a través Foo Fighters; Alice in Chains no superó la muerte trágica de Layne Staley y Jerry Cantrell jamás logró superar a su ex banda con sus esfuerzos como solista; Soundgarden voló en pedazos luego de su cadena de exitosos álbumes y posteriormente Chris Cornell se recicló como solista y luego como líder de ese híbrido llamado Audioslave; los dirigidos por el carismático Eddie Vedder han llegado al 2011 lanzando un nuevo álbum, una nueva gira mundial y un enorme culto de seguidores.

El sonido de Pearl Jam podría calificarse como rock and roll de carretera, sin más ni más. Poco afecto a las concesiones a pesar del éxito del que disfrutaron desde sus inicios, el quinteto logró superar las profundas dudas que generó el grunge desde su aparición y sus producciones discográficas, cargadas de nihilismo, crítica social y buenas dosis de distorsión, les han ganado un lugar de privilegio en el panteón de dioses del rock de las últimas dos décadas.

A pesar de que puedan ubicarse puntuales diferencias entre sus discos - inmediatez entre 1991 y 1994 (álbumes Ten, Versus y Vitalogy, transición entre 1996 y 1998 (álbumes No code y Yield), reinvención entre 2000 y 2002 (álbumes Binaural y Riot act) y el definitivo afianzamiento luego de una maratónica edición en formato digital de (casi) todos sus conciertos expresado en sus últimas placas - en realidad se trata de un cuerpo de trabajo bastante estable, tan estable como su formación que además de Vedder como cantante y vocero oficial, incluye a los guitarristas Mike McCready y Stone Gossard, al bajista Jeff Ament y al baterista Matt Cameron, que se subió al carro en 1998 luego de bajarse de Soundgarden.

La evolución de Pearl Jam es, en este sentido, horizontal y de pocos matices. Lo cual no los convierte en prescindibles, eso es definitivo. Y saludable en la medida de que mantienen su personalidad y eso les permite una vigencia a prueba de balas. Sus letras, siempre cargadas de poesía urbana, protestas que van de lo individualista a lo político y social y un evidente inconformismo, no encvajan con el tipo de banda calentona y divertida que venden los farsantes publicistas de Brahma Music. Lo de Pearl Jam es para poguear y reventarle los cimientos al sistema. Un sistema que ahora se sirve de ellos...



Even flow, tema con el que promocionan el concierto en Lima de Pearl Jam, de su primer álbum, elmítico Ten de 1991


Better man, delVitalogy (1994), aquí en vivo en el Madison Square Garden


Uno de sus mejores videos, Do the evolution, de 1998 - álbum Yield - en el que expresan a través de la animación su abierto desprecio a la cultura de consumo


Esto es lo último de Pearl Jam ¿como para "hacerla linda" dirían los genios de Brahma Music?